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"Este blog es una mirada directa, cercana y distante al mismo tiempo, de una exclusiva colección personal que se manifiesta en temáticas relacionadas con un estilo de vida único y desde la perspectiva en la existencia oculta de un Ángel Caído"...by Bellangie

Fotografía Post Mortem †

Posted on November 12 2011 by Bellangie Goth in Arte y Diseño, Cultura Gótica

La Fotografía de Difuntos fue una práctica muy extendida en el siglo XIX que básicamente, consistía en vestir a un cadáver recién difunto con sus ropas personales y participarlo de un último retrato grupal, con sus compañeros, familiares, amigos, o retratarlo individualmente. El motivo por el cual -en ese entonces- este tipo de imágenes no eran consideradas morbosas, puede deberse al ideal social que se gestara en la época del Romanticismo. En dicho período se tenía una visión nostálgica de los temas medievales, y se concebía la muerte con un aire mucho más sentimental, llegando algunos a verla como un privilegio.

La Fotografía de difuntos es una práctica que nace casi con la misma fotografía (un 19 de agosto de 1839) en París, Francia, pero luego se extiende rápidamente hacia otros países.

El hecho de fotografiar muertos tiene antecedentes pre-fotográficos en el Renacimiento, donde la técnica era el retrato por medio de la pintura en el llamado memento mori: otra técnica de la época medieval donde se concebía que el fin era inevitable y había que estar preparados.

Los difuntos, por otra parte, eran sujetos ideales para el retrato fotográfico, por los largos tiempos de exposición que requerían las técnicas del siglo XIX. En la toma de daguerrotipo la exposición seguía siendo tan larga que se construían soportes disimulados para sostener la cabeza y el resto de los miembros de la persona que posaba evitando así que ésta se moviera. Las fotografías de difuntos los muestran "cenando" en la misma mesa con sus familiares vivos, o bebés difuntos en sus carros junto a sus padres, en su regazo, o con sus juguetes; abuelos fallecidos con sus trajes elegantes sostenidos por su bastón. A veces, agregaban elementos icónicos -como por ejemplo una rosa con el tallo corto dada vuelta hacia abajo, para señalar la muerte de una persona joven, relojes de mano que mostraban la hora de la muerte, etc.

En el siglo XIX, era una práctica muy común, de hecho en un extracto de "El Nacional", un diario de 1861, se publicaba que el fotógrafo Francisco Rave y su socio José María Aguilar... "Retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados...". Este tipo de publicaciones era la forma en que habitualmente promocionaban sus servicios los fotógrafos en el siglo XIX.

Actualmente esta práctica ha desaparecido, aunque en ciertas regiones se suele fotografiar a los niños recién nacidos fallecidos. Si bien no es el único género fotográfico que ha sufrido modificaciones sustanciales en el siglo XX (la fotografía de eventos sociales tiene un antes y un después con la aparición del fotoaficionado), la particularidad frente a la fotografía de difuntos es que la sensibilidad contemporánea es totalmente ajena a sus motivaciones y estas fotografías se han convertido en una práctica impensable con un ser querido.

Una de las teorías que tratan de explicar este fenómeno social argumenta se desarrolló en una época en que la fotografía no era habitual ni estaba popularizada como en el presente, de tal modo que mucha gente moría sin haber podido ser retratado en vida. De ahí que muchas familias desearan fotografiar "post mortem" a sus seres queridos para que todo el mundo supiera que esa persona había pertenecido a aquella familia. Después, a lo largo del siglo XX esta práctica se iría paulatinamente abandonando, gracias a la "democratización" de la fotografía; aunque sigue estando presente en ceremonias reales y velatorios de personajes públicos de la sociedad: artistas, políticos, etc. y, con una función diferente, en el ámbito forense.

Vamos a observar:

En la siguiente fotografía se puede apreciar claramente que quienes la tomaron y encargaron pretendían que el bebé no mostrara ningún signo de su fallecimiento. Para ello se trabajaron especialmente los ojos, que quizá estén también retocados a mano a posteriori. El efecto es bastante bueno, pero la imagen tiene un toque macabro debido a la carencia de expresión de la cara y la mirada totalmente perdida, bastante impropia en un niño. En las fotos post mortem los cadáveres nunca sonríen, debido a la dificultad evidente de conseguir el efecto tras el rigor mortis, de modo que toda la fuerza de la expresión depende de la calidad obtenida en la mirada.


En esta otra toma el niño aparece sentado en una silla (algo muy común) y vestido convenientemente. La imagen resulta artificial, pero no más que el resto de posados de la época en los que aparecen personas no fallecidas. En esta ocasión, además, y aunque la expresión no es la mejor de las posibles, la criatura podría pasar perfectamente por estar viva. Es llamativo lo que se ha cuidado la postura del cadaver, que incluso tiene las piernas cruzadas.


En ocasiones, sin embargo, el aspecto final dista de ser convincente, como se puede apreciar en la foto de más abajo. Los ojos del niño posiblemente se abrieron a mano y después se retocaron cuando la imagen ya estaba terminada. Sin embargo, su aspecto no es del todo natural y la expresión general del rostro carece de toda vida, a pesar de que también se han pintado coloretes. Se aprecia muy bien la confrontación directa entre la cara del muerto y el observador. También se ha incluído (extrañamente) un símbolo pictórico, la flor cortada que refleja la brevedad de la vida.


Comentaba antes que en algunas ocasiones el afán de los familiares del fallecido por obtener un recuerdo, junto con la poca habilidad del fotógrafo, daba lugar a imágenes bastantes chocantes y desagradables. Una de ellas podría ser la siguiente, donde la criatura no muestra un aspecto especialmente atractivo, debido entre otras cosas a la causa de su fallecimiento y la pose totalmente desvaída que muestra.


En alguna ocasión también se fotografió a los cuerpos en actitudes que estaban entre la simulación de la vida cotidiana y el sueño. Así, la chica bajo estas líneas está acostada en la cama pero mantiene los ojos abiertos y su mano descansa bajo el rostro. El resultado es algo inquietante por la expresión desvaída que posee ella y la boca excesivamente entreabierta, pero no llega a ser desagradable. Otro detalle importante de la foto es que presenta un contrapicado, algo no demasiado habitual (aunque también se ha utilizado el mismo recurso en la imagen que se localiza sobre este párrafo).



El retrato de este niño también guarda gran semejanza con el anterior, aunque presenta un primer plano más acusado. Resulta una fotografía particularmente triste y melancólica.


No era tampoco en absoluto extraño que los padres aparecieran junto a los niños muertos simulando acunarlos durante su sueño. Se intentaba, de esta manera, aportar un toque más de naturalidad a las imágenes y, de paso, mostrar las relaciones de las criaturas con sus progenitores. Resulta bastante llamativo comprobar la aparente entereza de los adultos, que siempre se muestran perfectamente tranquilos, incluso, en algunos casos, sonrientes. Hay que tener en cuenta la gran mortandad infantil que existía en la época en la que se tomaban estas fotografías. La gran mayoría de las familias tenía al menos ocho o diez hijos de los cuales solían fallecer la mitad.



 





Merece también especial atención la fotografía post mortem de los personajes religiosos. En general, se los mostraba sentados o postrados, sin ocultar su fallecimiento, pero casi siempre con crucifijos o instrumentos similares en las manos y situados en lugares importantes para ellos. Cuando la personalidad era muy notoria se tendía a sentarla en la silla que había ocupado a lo largo de su mandato, a fin de que quedara constancia de su cargo.Sin embargo, a medida que la fotografía post mortem se popularizó más y más también pasó a ser cada vez menos variada. Los cuerpos comenzaron a fotografiarse en los momentos previos a su depósito en el ataud, durante los velatorios o funerales, y el proceso se convirtió en algo bastante rutinario hasta los años 30 del siglo XX.

Por ejemplo, en la siguiente imagen, mucho más moderna que las anteriores, aparecen tres hermanos, habiendo fallecido el mayor de ellos. En ningún momento se pretende ocultar o disimular el estado físico del niño postrado, que incluso se presenta con una corona de flores. También resulta interesante señalar que, al contrario de hoy, por aquel entonces era tremendamente natural que los niños se enfrentaran a la muerte de un semejante cara a cara, como ilustra la fotografía, cosa que más o menos viene a demostrar que los actuales no deben ser tan traumatizables como quieren darnos a entender, ya que los de estas imágenes fueron perfectamente capaces de reproducirse y tener hijos por sí mismos, algunos de los cuales ni siquiera fueron asesinos en serie.

 


En esta otra toma el cadáver aparece en posición de reposo, pero no se ha simulado el sueño. Las flores y los complementos (que no existían en las otras fotos) fueron incorporándose a lo largo del tiempo y, en algunos casos, como el que nos ocupa, llegaron incluso robar protagonismo al retratado.



Lo mismo podríamos decir de las siguientes imágenes. En todas ellas abundan los rasgos mortuorios tipo que no dejan lugar a dudas sobre la condición las tomas y en algunas se han logrado composiciones de gran belleza, aunque predominantemente centrales. También se observa una progresiva mejora en el tratamiento final y las condiciones lumínicas.




A pesar de la tendencia general, se realizaron numerosas fotografías en ausencia de cualquier elemento ornamental, ya que el desembolso económico, por aquel entonces, podía resultar todavía excesivo. Estas últimas fotos son más crudas que las anteriores, porque en ellas se presenta la muerte mucho más desnuda, sin nada que suavice el carácter frío y triste del momento. La austeridad del entorno tampoco ayuda gran cosa.



Decíamos antes que allá por los años veinte o treinta del siglo pasado comenzaron a adoptarse nuevas tendencias que alcanzaron incluso la fotografía post-morten. De esta forma, los fotógrafos comenzaron a presentar a los muertos bajo nuevos ángulos y perspectivas: detalles de las manos o de otras partes del cuerpo, con desenfoques selectivos muy controlados y realizando primerísimos planos de ciertas zonas del fallecido, o bien imágenes muy cercanas al fotoperiodismo actual. Son tomas que en muchos casos resultan impresionantes por su dramatismo y cuidada iluminación.

Así, la foto que nos ocupa puede considerarse una toma de transición entre los dos estilos. Posee toda una serie de rasgos clásicos y, como se observa, es un posado muy aparente. Sin embargo, la composición resulta totalmente moderna y el juego de luces también. La actitud del marido es bastante teatral y en conjunto, la imagen posee más alma.












Las dos fotos siguientes ya pueden considerarse totalmente modernas en cuanto a los aspectos técnicos y resultan, además, documentos impresionantes y francamente bien realizados. En la primera de ellas aparece una madre con su hija velando el cuerpo de su otra descendiente. Los rasgos de la enfermedad se aprecian claramente en la facellida, que muestra un aspecto totalmente tísico (¿tuberculosis?). Los gestos de las personas vivas son muy elocuentes y las miradas de ambas nos llevan irremisiblemente al punto de atención de la fotografía, magistralmente compuesta.


Sin embargo, la última instantánea aún va un paso más allá. En primer lugar, el tratamiento ya es totalmente profesional. La composición posee igualmente muchísima fuerza, con todas las miradas, entre sombras, dirigidas al niño muerto, que sin embargo se encuentra rodeado por las flores blancas constituyendo un potente centro de atención. Además, en la instantánea se nos muestra a la familia completa, muy pobre y terriblemente solemne. Es un documento gráfico excepcional que poco tiene que ver con aquellos primeros daguerrotipos en los que se trataba el cuerpo de los difuntos como si fuera un maniquí.


Los finales de la fotografía post mortem (entendida ésta como un recurso familiar para no olvidar a los fallecidos) llegaron a mediados del siglo XX, con la popularización general de las cámaras fotográficas modernas, que permitieron fotografiar a la gente en vida realizando actividades normales. Son fotos con menos encanto, pero posiblemente más agradables para la gente. Sin embargo, el género se sigue practicando aún en ciertas ocasiones cuando el personaje fallecido resulta muy importante o famoso, ya sea para documentar algún medio de prensa, ya sea como recuerdo de la celebración funeraria en sí misma. En España, una de las últimas instantáneas oficiales realizadas, y que tuvo enorme difusión, fue la imagen del cadaver de Franco, tomada en 1975. Sin embargo, hay fotos mucho más recientes, como las del Papa Juan Pablo II. Resulta bastante curioso observar como la sociedad aceptó desde el primer momento y continua aceptando perfectamente las tomas post mortem de las personalidades e individuos influyentes, e incluso las ve como algo normal, y sin embargo la fotografía post mortem tradicional, que tuvo en su momento la misma finalidad, es considerada por muchos como una especialidad morbosa e insana. A pesar de ello, es muy probable que casi todos tengamos, si repasamos nuestro archivo familiar, alguna de estas imágenes formando parte de él.

OTRAS FOTOGRAFÍAS:





















   

CRÉDITOS: 

trucos blogger
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F
Fotografías tristes que permiten observar el paso que tenemos por la vida, guardar una instantánea de tu ser querido siempre vas a guardar con esmero
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